Elia ha escrito muchos textos para ser dichos en performances y no para ser publicados como tales. Una vez pasada la acción, han quedado en retazos en cuadernos viejos y hojas sueltas, en la memoria de quienes la vieron, y posiblemente en la suya propia, mezclados con imágenes o, quizá, opacados por estas. De modo que el ejercicio de la escritura que ha hecho Elia ha estado básicamente al servicio de la acción corporal. Sus textos, además, no nacen para ser inalterables, sino que lo hacen sujetos a cambios dictados por el momento y a lo efímero de la acción pues, en el caso de que sea repetida, solo lo será escasas veces y no de forma exacta. El texto, cuando es pensado en el proceso de concepción de la performance, está destinado a ser expuesto con todo el cuerpo, y no por medio de la tecnología de la imprenta. No es sino por la petición de editores de algunas revistas que varios textos de Elia han sido impresos, adquiriendo vida fuera del contexto escénico. Y no todo texto dicho en una performance podría ser fácilmente entendido una vez impreso pues, a falta de carne y hueso, bien podría perder inteligibilidad, fuerza o, en su defecto, desprovistos de imágenes y del soporte simbólico que un cuerpo les brinda, muchos textos dichos dejarían de interpelar. Lo anterior nos da una idea de la función y el lugar del texto escrito para una performance. A la vez, explica ligeramente por qué muchas personas dedicadas a ella no se entiendan como escritoras, si bien, a través de las acciones, se piense que algunas podrían decir, sin miedo alguno, que también se dedican a la escritura.

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