El texto Mom, de 1992, fue escrito como aparece aquí y guardado en una gaveta a la espera de una puesta en escena. Poco más tarde, Mom se convirtió en una performance corta, en la que Elia aparecía vestida de negro tras un aplanchador que, después se vería, fue solo un ensayo para luego formar parte de Stretching My Skin Until It Rips Whole.

Quizá no haya obras de arte exentas de matices de autobiografía pero Stretching My Skin Until It Rips Whole parece la pieza de mayor grado autobiográfico que tenga Elia.

El extracto Mom comparte con La Rosaria un interés por la conflictiva relación entre madre e hija, un monólogo que Elia dice mientras tacha una foto de su madre con una crayón de labios y a la par pone una foto suya de cuando era una niña muy pequeña. Y al contar la historia Elia baña la foto de la niña con leche. La madre de esta historia se muestra incapaz de contestarle a su hija una pregunta fundamental e incómoda con la que no toda persona se atreve a cuestionar a su madre: ¿Fui una hija deseada? La madre no se atreve a confesar la verdad pero su hija fue, obviamente, no deseada, pues la hija no puede recordar la respuesta. De haber respondido que sí, seguro que la madre lo habría hecho ante la presión de la pregunta, y de ahí el olvido de la hija, y de haber dicho un no contundente, la respuesta habría permanecido indeleble en la memoria de la hija. Sin embargo, la madre se empeña en perpetuar el círculo que la condujo a la maternidad por obligación, y le transmite a la hija la importancia de la costumbre de convertirse en madre como vía de adquisición de sentido.

La palabra de la madre basta para que la hija se sienta embarazada, es una palabra dadora de vida, una palabra-sentencia, que se instala en el vientre de la hija y lo inflama de imperativos, una palabra tranquilizadora que la hace dormir para soñar que ya es madre. Y esa madre del sueño, crítica con su propia madre pero desprovista de mejor modelo, como queriendo reparar el daño causado a ella y todas las mujeres de la tierra, se hace cargo de su hija probando un modelo contrario. Así, ejerce como madre desde un amor declarado con palabras y liberador, un amor que enseña la expresión de los sentimientos en formas que se consideran exageradas, como el grito, como el llanto, un amor que le enseña a su hija lo que no se le enseña a las mujeres: a ser dueñas de su cuerpo, a tocarlo y compartirlo solo con quienes quieran. Y con ese amor que se inventa mientras sueña, intenta salvar a su propia hija de ella como madre, le ruega que sea fuerte y no le permita aplastarla, le ruega que la aparte del camino cuando se interponga.

En este punto, Elia deja de bañar el retrato de la niña con leche, vuelca el de su madre y le da martillazos mientras le ruega a la hija que la aparte de su camino si ella se interpone. Pero este, es a la vez un ruego a la hija para que de verdad la aparte, para que le otorgue la libertad apartándola de la maternidad ¡quítame de tu camino! le implora como podría hacerlo una esclava, mientras sigue martillando el retrato de su madre.

Entonces la hija la agrede, le pega en la cara, la maltrata, mientras ella la incita a continuar maltratándola, haciendo fracasar así su ensayo de modelo alternativo de maternidad sana. Exigirle a su propia hija, criada con amor, que le pegue, llevar a su hija a la agresión a la madre, es el camino que encuentra para que su hija la salve de ser una madre diferente, de romper un modelo necesario y así convertirse en lo único que conoce como forma de maternidad: la madre dolorosa, obligada y sacrificada del cristianismo.

Crítica con el modelo de maternidad heredado pero esclava a su vez de él, le pide a la hija, frenéticamente, que la maltrate al mismo tiempo que le pide ser todo lo que ella no pudo. Y entre las cosas que le pide es que no permita ser humillada por el color de su piel.

Con esta petición entendemos, no que la hija nació negra, india o mestiza, entendemos que nació, simplemente, de una inmigrante, que nació racializada por ser extranjera en un país de extranjeros donde el color es más que la apariencia de la piel.

La madre sabe que las personas inmigrantes en Estados Unidos, en tanto vengan de ciertos países, serán siempre de otro color, del color de la inmigración, de la diferencia y la amenaza. Es por ello que al despertar, frente al espejo, se ubica recordándose el trasplante de lengua que la llevó a no hablar bien ninguna, incluyendo la materna, y que podría llevarla al silencio por vergüenza o castigo, o bien a elevarse, sobre sus propias cenizas, para su anhelada emancipación en vez de escoger la muerte por silencio.